Por: Nereyda Del Rosario
Abogada, educadora y accidentologa
La
palabra accidentología nos remite a la idea de accidente en sentido general;
sin embargo al utilizar el término, nos referiremos con exclusividad a lo que
son los accidentes de tránsito terrestre, esto así, debido a que en el contexto
geográfico, político, social, y económico, en el cual nos encontramos insertos,
son los accidentes de tránsito los que constituyen nuestro primer objeto de
estudio.
Este
término no existe en el lenguaje castellano, ni siquiera como una traslación
fonética de una lengua extranjera dominante. Es un neologismo, producto de la
unión de dos vocablos; accidente del latín Ad-Cado, que se traduce como, a la
caída, hacia la caída, o lo que cae; y logia del griego Logos, que se traduce
como tratado, estudio, o discurso.
La
etimología de la palabra, nos lleva a una aproximación conceptual, donde la
definimos como el estudio, tratado, o discurso, de lo que ocurre a la caída,
hacia la caída, o lo que cae.
Su
origen se remonta al nacimiento de la industria automotriz cuya génesis la
encontramos por allá, por el año 1769, cuando el ingeniero francés Nicolas
Cugnot, diseñó su carro a vapor, por instrucciones del alto mando militar, con
la finalidad de trasladar el pesado armamento que utilizaba el ejército francés
en ese momento.
La
simiente de la automovilística evoluciona en el año 1886 con el alemán Karl
Benz, quien obtiene la patente de un automóvil de combustión interna y cuatro
tiempos, pero se consolida como
industria en el año 1903 con la incursión del norteamericano Henry Ford, quien
crea, en esta fecha, la Ford compani, y convierte el automóvil en un medio de
transporte, asequible para una gran parte de la población, revolucionando así,
el mundo tal, y como era conocido hasta ese momento.
Esta acción productiva
potenció el comercio, dando nacimiento a nuevas industria: los combustibles, la
construcción de carreteras, y edificaciones, a la vez que surgieron, por supuesto, conflictos sociales: litigios sobre derechos de tierra, preocupación por el medio ambiente, urgencia de reglamentaciones camineras y, los temibles accidentes de tránsito terrestre, causantes en tal proporción de muerte y perdidas económicas en peatones, conductores y acompañantes que, hoy, son calificados de epidemia, por la Organización
Mundial de la Salud (OMS).